Salud
La miel: tipos y propiedades
Desde la prehistoria, con la domesticación del lobo surgirá el perro, “el mejor amigo del hombre”. Ambos se han ofrecido protección, cuidado y compañía mutuamente y también el perro ayuda al hombre a realizar diferentes funciones como perro pastor, de caza o de asistencia a la policía.
Para enseñar o educar a un perro, es necesario saber y partir de la premisa de el perro es nuestro compañero de vida y nosotros lo somos también para él, además de ser su referente y protector. Por ello, a la hora de educarle o entrenarle debemos superar el dicho popular “la letra con sangre entra” con una segunda parte imprescindible: “pero con dulzura y amor entra mejor”.
El perro es un apoyo emocional y físico en la vida del hombre y debidamente entrenado, habituado y socializado en positivo, aporta beneficios terapéuticos, como por ejemplo, por el mero hecho de acariciar a un perro automáticamente baja la presión arterial y los niveles de ansiedad y estrés, y sube el estado de ánimo
Para conseguir los beneficios terapéuticos de un perro debemos comenzar con un proceso de educación, entrenamiento y socialización del perro, en el hábitat en el que va a convivir con el ser humano.
Por medio del condicionamiento de Paulov, que responde al modelo de estimulo-respuesta, y el condicionamiento de Skinner, que responde al modelo de aprender por medio de recompensas, conseguimos la educación y entrenamiento en positivo del perro, es decir, que mediante ejercicios progresivos de educación y entrenamiento, incorporamos al perro como compañero en multitud de tareas y de facetas de nuestra vida cotidiana.
Pero, ¿cómo debemos educar a nuestro perro? A continuación te damos cinco consejos muy útiles y fáciles de aplicar.
- Debemos empezar la educación a la edad adecuada, pues la capacidad cognitiva de un perro adulto equivale a la de un niño de 3 años. Por ello, en la fase de cachorro, no le podemos exigir comportamientos que no pueda realizar, como tampoco los puede realizar un niño.
- Tenemos que favorecer hábitos y rutinas en su vida cotidiana que faciliten aprender comportamientos. Por ejemplo, darles de comer de forma muy parecida y a la misma hora todos los días, y sacarle al lugar donde queremos que hagan sus necesidades entre 10 y 30 minutos después de sus comidas.
- Tenemos que reducir al máximo las posibilidades de error y de comportamiento inadecuado; es decir, ponerle las cosas fáciles al cachorro para que pueda asimilarlas. Por ejemplo, si el cachorro tiene la costumbre de mordisquear los zapatos, debemos evitar ponerlos a su alcance y sustituirlos por el juguete que queremos que use.
- Debemos tener presente el bienestar físico y emocional del cachorro, no forzándole a hacer nada que le duela o le de miedo. Por ello, hay que acostumbrarle progresivamente a situaciones estresantes, pero siempre sin forzar. Por ejemplo, hay muchos perros que al meterse en el coche se ponen nerviosos o si el viaje es tren, autobús o avión, les puede causar mucho estrés y ansiedad.
- Y por ultimo debemos conocer los signos de estrés y dolor del perro, pues éste nos los comunica a través de su lenguaje corporal y comportamiento. Tenemos por tanto, que saber diferenciar entre un problema de salud propiamente dicho o un problema de comportamiento de aprendizaje. Es necesario, por tanto, observarle y llevarle al veterinario cuando sea preciso.
Los perros, antes que nada, son compañeros de vida que nos dan su corazón desde el primer momento en que nos elegimos mutuamente. Pero según nuestras necesidades, les podemos enseñar a que nos ayuden en tareas y funciones concretas. Así podemos hablar de:
- Perros de compañía: son aquellos que viven con las personas, habitan en nuestras casas y nos dan cariño y compañía callada. Los protegemos y alimentamos física y emocionalmente. Y por ello deben ser educados en comportamientos básicos y adecuados a la convivencia y a la socialización.
- Perros de asistencia: son perros seleccionados y entrenados individualmente para realizar labores en beneficio de una persona con discapacidad. Una vez entrenados pasan a vivir con las personas, apoyándolas en lo que éstas no pueden o les es difícil hacer. El ejemplo más conocido son los perros guía para los ciegos, pero es sorprendente y creciente la variedad de personas con discapacidad a las que pueden asistir como son: las personas sordas, con movilidad reducida, personas con problemas de salud mental u orgánica como diabetes o epilepsia.
- Perros de trabajo: son perros especialmente seleccionados y entrenados desde que son cachorros, para llevar a cabo distintas actividades gracias a sus cualidades instintivas y complexión. Entre ellos se encuentran, por ejemplo, los perros policía, los perros que se utilizan en labores de rescate o los perros de caza y pastoreo.
- Perros de terapia: su función es ayudar a mejorar la salud de las personas, tanto la salud física, como mental y emocional. Sus actividades se orientan a colectivos muy diversos: ancianos, personas con discapacidad intelectual y trastornos por déficit de atención e hiperactividad o del espectro autista, personas con traumas, fobias o colectivos en riesgo de exclusión. Por norma general este tipo de perros conviven con las personas a las que asisten hasta el fin de sus días, pero puede haber un momento en el que el perro sea paulatinamente retirado de sus tareas, dedicando más tiempo al merecido descanso, tras una vida de servicio.